jueves, 24 de enero de 2019

Un día sin dramas

Hay formas diferentes de hacer las cosas; siempre. No hay mucha manera de meterse en un callejón sin salida por equivocación, entonces. Sólo puede ser por voluntad propia. Por ganas de hacer un capítulo interesante en las historias de nuestros personajes. Pero somos unos autores terribles. Estamos muertos de miedo de matarnos en el proceso de hacer algo interesante de nosotros mismos así que nos jugamos el culo diciéndonos que tenemos una vida emocionante. Jugamos al drama, al fin del mundo, a las reconciliaciones y los finales absolutos, a la muerte de dios. Y es que qué sería de nosotros sin un script barato. Probablemente tendríamos que mirarnos las caras asintiendo y repitiendo todo está bien... todo está aburrida y jodidamente bien. 

 Me pasa seguido que veo a mi alrededor pudiendo dejar pasar mil cosas sin hacer aspavientos, sin hacer malas caras ni andar mentando madre a diestra y siniestra. Qué aburrido. El chiste de todo es ver a aquel gordo nefasto y pensar que seguro no logra verse el pito al bañarse, o levantarle el dedo al operador del autobús cuando no respeta la parada, o tildar de pendejo a cada persona que considere que se lo merece De verdad, podría dejar pasar la lentitud de la fila del banco, los precios estúpidamente caros de las tiendas extras o el el asqueroso calor meridano si no tuviera una extraña satisfacción ese gruñido. También habría cosas que podrían no hacerme sentir triste pero se los permito. Sí, triste... y sin ellas también me sentiría aburrido. A veces busco pretextos absurdos para llorar, como si mi cuerpo necesitara una especie de limpieza cuyos residuos salieran por los ojos, como para que no se acumule y tuviera que tomar una liga y entrar a la oficina lanzando "tacazos" tipo Columbine sin muertos. 

Pero el drama es controlado. Por lo menos para mí. A veces me parece que hay personas que se lo toman muy a pecho, como si el mundo realmente se acabara cuando nunca es así. Digo, no soy un triceratops viendo con los ojos húmedos que una masa incandescente se aproxima a la tierra donde vivo. No. Cuando mucho puedo ser un patético rogón desamoroso, o un estudiante presentando su cuarto examen extraordinario, o un criminal que lo agarran con las manos en la masa... pero no estoy haciendo un arca para meter animales de cada especie en ella, ni soy Bruce Willis viajando al espacio a taladrar un asteroide, mucho menos un nerd super cool con un equipo de rayos de protones en la espalda enfrentando a Grul "el destructor" en la azotea de un edificio.  La vida no se acaba si tomo una mala decisión, ni nadie muere si no le hago caras al gordo que no alcanza a mirarse el pito. 

Y no digo que no haya motivos de preocupación y ocupación. Entiendo que hay profesiones y prácticas de las cuales dependen vidas, también errores garrafales que las destruyen, guerras entre países, borrachos idiotas, inseguridad y crisis económica. Entiendo que hay muchas cosas por las que vale la pena hacer drama. Pero los callejones sin salida, esos jugueteos de culo sin sentido, no son involuntarios: son a propósito, con esa deliciosa sensación de hacer olas en un vaso de agua que no sirven para nada pero parecen ser necesarios. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario