miércoles, 14 de septiembre de 2016

Éxito, Psicoterapia y Caca de Gato.

¿Qué sucede en la psicoterapia?

Bueno, la respuesta corta es que se genera un espacio de conversación en donde se habla de formas diferentes a las que se han hablado antes. Esa es la versión corta; la larga, obviamente, va más allá de conversar: para el terapeuta implica muchas horas de preparación y capacitación, genuina curiosidad y estar siempre listo para ser sorprendido... incluso por historias que creemos ya conocer; para el consultante, un viaje lleno de incertidumbre y que requiere mucho valor. Y mis consultantes habitualmente son muy valientes.

Hablamos pues de formas en las que no se hablan habitualmente.

Pero ahí podemos caer en una pequeña trampa.

¿Basta con decir que todo estará bien para que así sea? La verdad, no creo. Pero sí pienso que se puede hablar diferente sobre las cosas que nos aquejan. Y no hablo de "decretar" algún regalo del universo o convencerse de que uno puede hacer algo repitiéndolo muchas veces como mantra. No.

Hablo del trato que le damos a los éxitos chaparros que se paran de puntitas detrás de los altotes, fortachones y bravucones relatos de desaprobación, de fracaso y dolor.

A mí me encantan las conversaciones que contienen historias de éxito, los testimonios de aquellas personas que salieron de situaciones tan dolorosas que no tengo forma de imaginármelas y que, sin embargo, no se detuvieron y siguieron luchando.

Pero las historias de éxito no andan caminado por las calles esperando a que uno las salude. De hecho, por alguna razón que aún no logro entender, las historias de éxito se niegan a ser vistas. Habitualmente se esconden detrás de cientos de historias que relatan cosas totalmente contrarias: los peores momentos, las peores tragedias, las cosas más dolorosas son el árbol tras el cual las historias de éxito se esconden para no ser vistas. Qué ironía que sean estas historias las que estorben para ver las alegrías, las oportunidades, los esfuerzos, los logros.... ¡vaya que somos raros!

Algunas personas me dirán que, a veces, existe quien sólo eso tiene y que, de una manera u otra, es un acto de fe el mío, eso de pensara que todos tenemos historias de éxito esperando a ser encontradas detrás de tanta tragedia. Y yo les responderé que sí, que puede ser, que es probable que lo mío sea fe pero sólo investigando sabré si es así y al final, en el caso que no existan historias de existo, será como aquel día que descubrí que mi boca sabía a caca de gato.

En enero del 2015 dejé de fumar. Lo hice porque mi boca sabía a caca de gato. Decidí tirar una cajetilla de marlboro rojos casi completa al terminar el último segundo de un entrenamiento particularmente exigente. En ese momento me quedé sentado en el piso, con la mirada desenfocada, y lo único que alcancé a ver fue el destello rojo de la cajetilla que estaba en mi escritorio. Fue en ese momento que un líquido sabor caca de gato subió por mi esófago y llenó mi boca. No tengo idea de que fuera ni que implicaba para mi salud, lo que sí supe en ese momento es que tenía que ver con el tabaco.

Esa es la historia, muy simple, tan simple que la conté en un solo párrafo, sin embargo, lo importante está en las charlas que tuve a partir de esta historia. Hubo alguien que me hizo preguntas sobre esta historia, otra sacó conclusiones sobre mis razones, una más predijo que regresaría a fumar en unos días, alguna más me dio consejos de cómo aguantar y recuerdo una última que me felicitó. Curiosamente (quitando a aquella que predijo mi estrepitosa caída) esas son maneras muy rudimentarias de hacer psicoterapia desde diferentes enfoques: preguntar, interpretar, hablar de estrategias y "coachear". Formas sin "técnica" o una intención planificada que, sin embargo, ayudaron a hacer de esa historia simple, la que puedo poner en un párrafo, una historia que motive, año y medio después, una entrada de mucho más de un párrafo en ese blog.

Entonces las historias de éxito están ahí, escondidas tras todas las ramas de los relatos "fracasantes" o dominantes que parecen saturar la vida. Y si no las hay, habrá que construirlas. No requiere mucho, a veces tan sólo basta un párrafo, una línea, una palabra que sea el pretexto para conversar sobre ello y hacerla más grande, más fuerte, más poderosa. Tan poderosa que pueda tumbarle los dientes a esa historia estorbosa que llena nuestra boca de un líquido sabor caca de gato.

Agarremos pues ese pretexto y conversemos sobre él; hagámoslo grande. Que una gran historia siempre empieza con una palabra, una línea o un párrafo.

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